Hoy les traigo un hermoso tango en la voz de Alberto Marino, "Tres amigos" de Enrique Cadícamo, disfruten del video y mas abajo la letra y la biografía del autor.
Tango 1944
Música: Enrique Cadícamo
Letra: Enrique Cadícamo
De mis páginas vividas, siempre llevo un gran recuerdo
mi emoción no las olvida, pasa el tiempo y más me acuerdo.
Tres amigos siempre fuimos
en aquella juventud...
Era el trío más mentado
que pudo haber caminado
por esas calles del sur.
¿Dónde andarás, Pancho Alsina?
¿Dónde andarás, Balmaceda?
Yo los espero en la esquina
de Suárez y Necochea...
Hoy... ninguno acude a mi cita.
Ya... mi vida toma el desvío.
Hoy... la guardia vieja me grita:
"¿Quién... ha dispersado aquel trío?"
Pero yo igual los recuerdo
mis dos amigos de ayer...
Una vez, allá en Portones, me salvaron de la muerte.
Nunca faltan encontrones cuando un pobre se divierte.
Y otra vez, allá en Barracas,
esa deuda les pagué...
Siempre juntos nos veían...
Esa amistad nos tenía
atados siempre a los tres.
Enrique Cadícamo
Biografía:
Poeta, escritor y autor teatral
(15 de julio de 1900 - 3 de diciembre de 1999)
Nombre completo: Enrique Domingo Cadícamo
Seudónimos: Rosendo Luna y Yino Luzzi
Nació en General Rodríguez, Provincia de Buenos Aires. Su primer libro de versos, “Canciones grises”, data de 1926. Aunque puesto bajo la advocación del Alighieri e impregnado de cierta melancolía verlainiana, no se exime de la nota tanguera: «El Pigall ha quedado desierto y bostezando, / enmudeció la orquesta sus salmos compadrones, / las rameras cansadas se retiran pensando / en sus lechos helados como sus corazones». Otros dos poemarios, de acento muy distinto pero de idéntica preocupación literaria, seguirían a éste: “La luna del bajo fondo” (1940) y “Viento que lleva y trae” (1945). Cadícamo ha publicado, además, una novela, “Café de camareras” (1969) y un libro de recuerdos, “El desconocido Juan Carlos Cobián” (1972).
«Muchacho eterno —escribió León Benarós—, Cadícamo parece ir a contramano de los años. Conserva incólume su cabellera, de un rubio pálido, que se le hace cuadrada en la nuca con cierta abundancia a la moda juvenil... Usa corbatas claras —alguna vez le vimos una de cierto color amarillo sutil— y sus sacos deportivos le agregan juventud. Quiere olvidarse del tiempo, porque sabe que el tiempo —“oscuro enemigo que nos roe la sangre”, según el verso de Baudelaire—, se alimenta de nuestras ilusiones, de nuestra vida...» (Enrique Cadícamo, en Tanguera, nº 29, sin fecha).
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